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2020 iba a ser el año en que Airbnb, la plataforma de alquiler de alojamientos privados con más de siete millones de anuncios en todo el mundo, saliera a Bolsa. Valorada en 31.000 millones de dólares, el futuro de esta startup «unicornio» —en la jerga empresarial, aquellas compañías que consiguen un valor superior a los 1.000 millones de dólares en su etapa inicial— era prometedor. Pero todo cambió con la aparición del coronavirus.
La pandemia de COVID-19 provocó un descenso drástico de sus ingresos y, aunque la empresa trató de paliar los daños, finalmente decidió despedir a un 25 % de una plantilla. Una medida dura que Airbnb ha sabido gestionar con humanidad.
