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closeEl 17 de marzo de 2014, la Policía Federal brasileña ponía en marcha la Operación Lava Jato (en español, lavado de coches), llamada así por las gasolineras de Brasilia sospechosas de blanqueo de dinero que estaban siendo investigadas. Una investigación menor que iba a destapar, sin que nadie pudiera sospecharlo, el caso más grave de corrupción de toda la historia.
El proceso pondría al descubierto pagos ilegales a directivos empresariales y políticos por valor de más de cinco mil millones de dólares, pondría bajo rejas a millonarios, llevaría a líderes políticos de varios países ante los tribunales y causaría daños irreparables en las finanzas y la reputación de varias empresas y países.
Las pesquisas policiales, que desde el verano de 2013 iban tras una red de cambistas clandestinos que operaba en diversos estados de Brasil, llevan hasta Petrobras, la petrolera estatal brasileña.
Petrobas era el centro de un sistema de corrupción masivo que incluía a ejecutivos de la empresa, intermediarios, políticos de diversos partidos y cúpulas directivas de las mayores constructoras de Brasil. Entre ellas Odebrecht, que formaba parte de un club de 16 empresas contratistas que se repartían los contratos de la petrolera y pactaban hasta los porcentajes de los sobornos.
El impacto reputacional de esta crisis alcanzó de lleno a Odebrecht y dejó muchas secuelas:
- Quiebra económica
- Rebranding, Conflicto familiar
- Desconfianza institucional
- Economía y reputación de Brasil.
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