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Artículo
01 septiembre, 2025
La paradoja del propósito en la era ESG
¿Por qué más del 70% de los empleados no pueden nombrar el propósito de su empresa?
El propósito en la era ESG: ¿una bendición o un riesgo?
En los últimos años, la definición del propósito corporativo ha evolucionado de ser un ejercicio de liderazgo a convertirse en un requisito esencial en las estrategias de Medio Ambiente, Sociedad y Gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés). Cada vez más, se espera que las empresas articulen un propósito más allá de los beneficios financieros, integrando la sostenibilidad y el impacto social en el centro de sus operaciones. Pero este cambio trae consigo tanto beneficios como riesgos.
A primera vista, esto parece algo positivo. Las empresas con propósito suelen tener una reputación más sólida, atraer empleados más comprometidos e incluso superar financieramente a la competencia a largo plazo. Los inversores alineados con ESG priorizan negocios que demuestran un compromiso auténtico con su misión, creyendo que esta alineación con los valores de la sociedad garantiza un éxito sostenible.
Sin embargo, cuando el propósito se percibe simplemente como un requisito de cumplimiento normativo, su esencia se diluye. Muchas organizaciones hoy definen su propósito principalmente para cumplir con estándares de informes ESG o mejorar su reputación corporativa. Este enfoque instrumental conduce a lo que llamamos la "paradoja del propósito": el propósito genera valor, excepto cuando la única motivación para definirlo es extraer valor.
Una perspectiva realista, pero optimista
A pesar de estos desafíos, el propósito sigue teniendo un poder transformador cuando es auténtico. Las organizaciones que integran verdaderamente su propósito en la toma de decisiones crean entornos donde los empleados están más comprometidos, la innovación florece y se genera valor a largo plazo para todas las partes interesadas. La clave es garantizar que el propósito siga siendo un motor intrínseco de la estrategia, en lugar de convertirse en una simple casilla dentro de los informes ESG.
¿Cómo podemos recuperar la autenticidad del propósito?
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Hacer del propósito un ejercicio independiente: No debe reducirse a una herramienta de planificación estratégica, marca empleadora o posicionamiento ESG. Debe ser un principio rector que moldee todos los aspectos de la organización.
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Alinear el propósito con la cultura, no solo con la política: Un propósito verdadero no se limita a las declaraciones corporativas, sino que debe vivirse a diario en la toma de decisiones, desde las prioridades del liderazgo hasta los incentivos para los empleados.
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Garantizar un compromiso a largo plazo: El propósito de una empresa debe ser consistente y resistir los cambios de liderazgo o tendencias del mercado. Si el propósito cambia con demasiada frecuencia, corre el riesgo de convertirse en otra moda pasajera de gestión.
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Priorizar la acción sobre el discurso: Los consumidores y empleados pueden detectar fácilmente cuando el propósito de una empresa no se refleja en sus acciones. El propósito debe demostrarse a través de decisiones y comportamientos tangibles, no solo en mensajes corporativos.
El propósito como un fin en sí mismo
Definir y vivir el propósito debe ser un ‘ejercicio en sí mismo’. Porque los verdaderos propósitos, aquellos que se recuerdan y se viven diariamente con pasión y entusiasmo, son aquellos en los que "el propósito del propósito es el propósito".
Cuando las organizaciones adoptan el propósito de manera auténtica, este se convierte en una fuente de resiliencia, guiándolas a través de los cambios del mercado, las transformaciones políticas y las expectativas sociales. En la era ESG, el desafío no es solo tener un propósito, sino asegurarse de que sea genuino, significativo y capaz de impulsar una transformación real.