Un nuevo paradigma: de la industria al ecosistema - Liderando la reputación corporativa de las empresas - Corporate Excellence
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Un nuevo paradigma: de la industria al ecosistema

29 de mayo de 2016

Nos encontramos ante un nuevo paradigma: el ecosistema. Este está redefiniendo cómo la empresa se concibe y se desarrolla, y replanteando su modelo de negocio, su propuesta de valor como nodo que forma parte de uno o varios ecosistemas.

Los ecosistemas organizacionales son estructuras orgánicas que se desarrollan a lo largo del tiempo, emergen como consecuencia del equilibrio inestable que existe entre los agentes que intervienen y la estructura social que conforma su contexto. Por eso, el CEO necesita una mentalidad centrada en la red de relaciones.

Las empresas que no evolucionan en beneficio de la sociedad desaparecen o se quedan obsoletas. Por eso, cabe preguntarnos qué puede hacer una organización para que su posición en el ecosistema del que forma parte sea más sólida. Algunas respuestas:


  • Replantear sus actividades básicas para aportar el mayor valor a los nodos clave de su ecosistema.
  • Contemplar la posibilidad de desagregar y/o agregar capacidades y actividades de nodos adyacentes, realizando un análisis de valor y apalancándose en la tecnología.
  • Desarrollar la notoriedad, relevancia y reputación de la empresa en su ecosistema construyendo una marca potente y generando confianza.
  • Promover confianza y reciprocidad para que los individuos actúen de forma que beneficie a todo el sistema.
  • Anticipar el talento necesario, identificando y desarrollando el mejor talento tanto interno como externo al ecosistema.
  • Generar valor para el ecosistema y para la empresa y hacer partícipes a los grupos de interés.

Trabajar en pos del conjunto es clave para la salud de los sistemas y agentes que lo componen. En los ecosistemas organizacionales la competencia no tiene porque ser mala, puede ser síntoma de salud y es posible regularla y ajustarla.

La separación entre concepto y modelo de negocio también ha propiciado la aparición y florecimiento de los ecosistemas organizacionales. La tecnología ha facilitado que diferentes industrias puedan tener modelos de negocio similares. No te define lo que vendes, sino los mecanismos con los que se consigue el retorno de la inversión. Estamos moviéndonos desde industrias basadas en conceptos de negocio hacia ecosistemas basados en modelos de negocio. Ahora se define el producto de forma más amplia, se presenta como una plataforma. Los consumidores valoran el producto no por sus características, sino por cómo encaja en el sistema del que forman parte.

Otro concepto que vale la pena tener en cuenta es el de la interdependencia, la competencia en este nuevo entorno es multidimensional. La ventaja competitiva ahora será ventaja nodal. Dentro de la red en la que se opera, tenemos relaciones anteriores y posteriores con otras redes que alimentan a la nuestra. La ventaja competitiva dentro del nodo viene determinada por dos factores: los riesgos que corre la organización de ser sustituida y la posibilidad de que la dividan y/o la agreguen a un todo más grande. El éxito de una empresa se valora según la posibilidad de ser sustituida, por su influencia en el ecosistema y por la propia vulnerabilidad de este.

Para delimitar el ecosistema hay que identificar a las organizaciones cuyo futuro está asociado al nuestro y determinar las interdependencias más críticas para el negocio. La mayor parte de las empresas son de nicho: encuentran un hueco en el que operar dentro del ecosistema, fuera del alcance de los radares de los dominadores, y se desarrollan a la espera de dar el salto a mercados más importantes. Pocos llegan a convertirse en a el agente clave que reparte el juego, interconecta y crea y distribuye la tecnología. Estos agentes son fundamentales para la salud del ecosistema, son el corazón y el motor del mismo, crean y reparten valor.

Para tener más claro el rol que una empresa desempeña en el entorno existen dos variables fundamentales: el nivel de innovación y cambio y la complejidad de las interrelaciones. Si el sistema en el que nos movemos es de mucha innovación pero de pocas relaciones con otros agentes y recursos, somos un agente de nicho. En ese caso, quizá nos convenga permanecer ahí hasta que podamos hacer crecer nuestras relaciones. Por su parte, si las relaciones son complejas y sólidas y nos movemos en un entorno de mucha movilidad e innovación, tenemos todas las papeletas para llegar a ser un agente clave.

Podemos mapear nuestro ecosistema identificando las entidades y transacciones —tangibles o intangibles— que lo conforman. Las transacciones tangibles están determinadas por el sistema y son necesarias para que un producto o servicio pueda ser entregado. Las intangibles, por otro lado, son actividades extra que no están determinadas por el sistema y que tienen como fin compartir conocimientos, acelerar el progreso o la eficiencia.

El valor se basa en intercambio de conocimiento que conduce a una producción proactiva de bienes y servicios donde existe la cocreación y la colaboración. Aparecen nuevos riesgos asociados a la interdependencia (si uno de los agentes encara más riesgo, en conjunto el riesgo también aumenta), y es de vital importancia gestionar correctamente las expectativas..

Las empresas más exitosas se preocupan por su salud individual y por la de los ecosistemas en los que operan, se preocupan de generar valor y compartirlo con otros. Así, las compañías que extraigan más valor del que aportan verán comprometido su futuro. Las empresas deben monitorizar constantemente su posición nodal y la salud del ecosistema, sus niveles de innovación y transformación, y gestionar a todos los agentes internos y externos que influyen.