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Publicado por Unai Admin

18/07/2025

Cómo regular las ‘big tech’ para garantizar la competencia, la innovación y la eficiencia

La concentración de actividad económica en torno a las grandes compañías tecnológicas es creciente tanto por el efecto multiplicador del uso intensivo de la tecnología en el desarrollo de su actividad como por el ensanchamiento de sus negocios hacia tareas antes ajenas a ellas utilizando los datos como materia prima. Las big tech son las grandes protagonistas del fuerte crecimiento de la economía en el mundo porque generan una dependencia del resto de las actividades de sus soluciones y con un reflejo en la imparable revalorización de sus activos en los mercados. Sobre las big tech y su papel en la economía han conversado los cuatro expertos sentados a la mesa digital de Foro Futuro, el observatorio de tendencias económicas organizado por CincoDías en colaboración con Banco Santander. “A escala internacional han crecido mucho las empresas en EE UU (Google, Amazon o Facebook) y en China (Alibaba o Tencent), tanto que se han convertido en gigantes, en detrimento de las empresas de Europa, que se ha quedado a verlas venir”, explica Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada y director de estudios financieros de Funcas. “Estas empresas han crecido gracias a su gran utilidad para el usuario, su gran capacidad para manejar big data y porque han actuado durante muchos años ajenas al radar antimonopolio o fiscal, que sí controla otras actividades económicas”, argumenta Carbó. “Nos estamos moviendo hacia un nuevo equilibrio”, pronostica. “En los próximos años habrá mayor escrutinio por parte de los reguladores en EE UU, en Europa y en China y también habrá cambios en materia fiscal”, reitera el experto de Funcas y argumenta: “No tenía ningún sentido que la actividad que más ha crecido en los últimos diez años no pagara los mismos impuestos que otros sectores en declive”. En cualquier caso, las big tech son una clave fundamental para la productividad del futuro “y están mucho más sobre la mesa en EE UU que en Europa, incluso contando con los fondos de recuperación”, indica el catedrático. El poder de las grandes tecnológicas ha llegado incluso a desatar una guerra tecnológica entre EE UU y China que dirimirá el dominio tecnológico del futuro y en el que Europa parece estar al margen. “Europa no se ha planteado crear una gran tecnológica de inteligencia artificial como sí han hecho EE UU y China”, puntualiza Carbó, que explica las diferencias entre los dos grandes modelos: “EE UU protege a sus tecnológicas, pero ha empezado a reconocer que hay un problema fiscal y hay una tendencia a aumentar el escrutinio antimonopolio”, destaca el catedrático. El modelo chino, sin embargo, es bastante distinto del resto: “En China hay un gran control estatal de la privacidad, además hay instaurada una regulación para prevenir concentración de poder e inestabilidad financiera”. Según afirma Carbó, vivimos años fundamentales para definir cómo serán las economías del futuro. “El Covid es una oportunidad, un reto, por el salto que ha supuesto para la digitalización”, indica el experto. “La pandemia no ha debilitado para nada a las grandes tecnológicas, al contrario: las ha puesto en el foco”, añade Carbó. “Los reguladores, sin embargo, van un paso por detrás de la industria de las grandes tecnológicas, tienen menos recursos que las propias empresas que pretenden regular”, insiste. Tamaño y competencia Para Francisco Pérez, profesor emérito de Análisis Económico de la Universitat de València y director de investigación del Ivie, es un error identificar concentración con falta de competencia aunque esa sea la idea generalizada. “Hay una tendencia a suponer que la observación de que los mercados se concentran es equivalente a pensar que tienen poder de mercado y que ese monopolio tiene consecuencias negativas para los consumidores o para otros mercados y no es así”, sentencia Pérez. “Hace décadas que sabemos que la concentración por sí misma no es un indicador de que exista poder de mercado”, aclara. Para Pérez, el caso de las big tech es un buen ejemplo. “Los mercados se concentran porque hay empresas que aprovechan tres ventajas características de los de tecnología: aprovechamiento de los datos, de los efectos de red y de las economías de escala y alcance”, sostiene el profesor emérito. Además, el rápido progreso tecnológico se ha traducido en caídas de precios espectaculares tanto en los equipos como en los servicios. Pérez, sin embargo, pone sobre la mesa un problema: la dificultad de definir estos mercados y la intensidad de su concentración. “Las grandes tecnológicas están implicadas en procesos de fusiones y compras de competidores potenciales, pero no siempre esto es peligroso porque pueden conducir a mejorar la eficiencia”. Fernando Fernández, profesor de Economía del IE Business School, aboga por una “regulación inteligente que busque el equilibrio entre fomentar la innovación y, a la vez, asegurar que se cumplan las mínimas normas de competencia”. Según destaca el experto, “esta no es la primera vez en la historia que aparecen monopolios temporales, por ello la regulación debe ser dinámica teniendo en cuenta el acceso y la disponibilidad”, apunta Fernández. Según el profesor de Economía, Europa ha llegado tarde y hay una desventaja competitiva entre las empresas europeas y las norteamericanas porque la normativa europea prima “de una manera excesiva” la protección del consumidor y “lesiona la capacidad de crecimiento futuro de la economía”. “El atraso europeo tiene mucho que ver con un exceso de regulación y con la ficción de que con subvenciones públicas podremos crear una empresa que compita con los grandes líderes mundiales tecnológicos”, sostiene. Sin embargo, Gloria Hervás, directora de public policy en Banco Santander, difiere de Fernández y repite el mantra: la misma actividad que genera los mismos riesgos tiene que tener la misma regulación. “Hay que pensar si hace falta una regulación específica para las big tech, hasta qué punto están adecuadamente reguladas y si estas entidades están sujetas a normas de protección del consumidor como sí cumplen los sectores financieros tradicionales”, informa Hervás. La estrategia europea tiene que ser distinta. Según Fernández, no hay grandes empresas en Europa porque todavía hay grandes barreras a la unidad de mercado. “Además, todavía castigamos a aquellos que se hacen ricos innovando, los expulsamos fuera de Europa por un exceso de presión fiscal y de regulación”, indica el experto. Tasa Google Europa (y España) ha dado finalmente todos los pasos necesarios para comenzar a cobrar a las empresas con actividad digital la llamada tasa Google, una idea criticada por todos los expertos. “Hay que rehacer la idea de que Europa va a imponer una tasa a las tecnológicas porque va a ser un castigo”, expone Fernández. Todos coinciden: “Hay que unificar el impuesto sobre el beneficio, y ahí el tipo es irrelevante. Lo importante es la base imponible y la localización”. Cadenas, J. (16 de julio de 2021). Cómo regular las ‘big tech’ para garantizar la competencia, la innovación y la eficiencia. Cinco Días. pp. 5


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18/07/2025

Un nuevo modelo basado en las habilidades

Más allá del conocimiento técnico y la experiencia laboral, hay un mundo de nuevas habilidades que las empresas cadavez demandan con más fuerza. Es el futuro de una formación continua que ya se está haciendo más presente que nunca. La tecnología es un conocimiento “imprescindible a todos los niveles”, afirma la decana asociada para programas de posgrado de EAE Business School, Irene Vilà. Técnicamente, en un futuro las competencias que se enseñarán estarán muy ligadas a la inteligencia artificial, pues con ella se predice, se toman decisiones y se aportan soluciones. Así, las empresas y organizaciones podrán “adaptarse rápidamente a los cambios que se suceden a gran velocidad”, dice Vilà. Roel Koppens, director para España y Portugal de la plataforma de formación online GoodHabitz, coincide en que “el aprendizaje de competencias digitales y herramientas de gestión alineadas con el escenario actual es imprescindible para afrontar con solvencia tanto la recuperación pospandemia como crisis futuras” Pero a las soft skills, o habilidades blandas, se les atribuye un 90% del éxito de una persona en el entorno laboral, según Koppens, quien va más allá: “Las herramientas digitales o idiomas son tan importantes como el aprendizaje de competencias no cognitivas para evolucionar hacia nuevos modelos de liderazgo, de gestión del tiempo o del estrés y favorecer la conciliación familiar y profesional”. Y es que, “frente a la frialdad de la tecnología y el crecimiento de la digitalización, está apareciendo una nueva tendencia que se denomina humanismo digital”, cuenta Vilà. El informe Strategic Trends. El futuro de la educación y el trabajo, preparado por la consultora Nethunting para EAE Business School, expone que hay una creciente necesidad de relaciones personales, por lo que las disciplinas del área de las humanidades están aumentando en interés. La decana asociada de EAE Business School tiene claro que va a ser necesaria una complementariedad entre competencias, o upskilling, y que las soft skills que más se desarrollarán serán la resiliencia, la flexibilidad, el pensamiento crítico, la tolerancia al estrés, el aprendizaje activo o la autogestión. El valor de estas destrezas cotiza al alza y, según Koppens, va “más allá del conocimiento teórico y la experiencia laboral”. En la misma línea, GoodHabitz tiene contenidos relacionados con la psicología positiva, como Mantén tu cerebro en forma, Gestiona las expectativas o Cómo combatir el burnout, además de otros relacionados con el aprendizaje de competencias digitales, liderazgo y gestión de equipos, que imparte en convenio con la UNIR (la universidad en internet del grupo Proeduca). Son recursos de utilidad para el nuevo día a día de las empresas, como gestión del cambio, teletrabajo y equipos virtuales, desarrolla tu cultura empresarial, y abre la mente: usa la imaginación. “Las empresas empiezan a ver que la formación no es un gasto sino una inversión esencial para un crecimiento sostenible y escalable de los negocios”, opina el responsable de GoodHabitz. Necesitan fidelizar el talento y empiezan a implantar “estrategias que incluyen el employee journey: el nivel de bienestar de los empleados revierte en su implicación y se refleja en la productividad”, asegura. Actualización y deslocalización En opinión de Koppens, el futuro “modelo formativo exige una actualización constante para garantizar la flexibilidad, la transversalidad y la experiencia de usuario, y que las empresas y sus equipos obtengan un valor real de la inversión en educación”. Pero no es el único cambio que está experimentando el modelo mediante el que se aprende. “Hay que hablar de futuros, porque coexistirán distintos modelos de enseñanza superior”, dice Jorge Sanz, del departamento de Innovación de la UNIR. Se trata de que las universidades respondan a la necesidad de actualización constate con “metodologías más innovadoras, experimentando con diferentes maneras de enseñar, creando titulaciones muy orientadas a la empleabilidad, flexibles y con un alto componente digital”, dice. También, con la metodología learning by doing. “La formación se desarrollará con tecnologías híbridas y flexibles”, confirma Vilà, y “el estudiante escogerá qué módulos cursar”. Asimismo, el teléfono móvil será clave como medio de acceso a la educación, según el informe de EAE. Esto es consecuencia del aumento de la deslocalización en la formación, aunque se mantendrá el interés por la experiencia presencial. Fernández, S. (10 de julio de 2021). Un nuevo modelo basado en las habilidades. La Expansión. pp 7.


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18/07/2025

Telefónica presenta ‘Un mundo sostenible, un mundo conectado’, el Informe de su contribución a los ODS

Telefónica presenta el informe Un mundo sostenible, un mundo conectado , un análisis de los impactos directos e indirectos de la actividad de la compañía sobre las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas tras haberlos integrado en su estrategia y definido objetivos para cada uno de ellos. La compañía, como operadora global de telecomunicaciones, centra su acción en torno al Objetivo 9, “Industria, innovación, infraestructuras” desplegando infraestructuras y servicios sostenibles, resilientes y de calidad que son uno de los principales motores socioeconómicos de las regiones en las que opera Telefónica. Por ello se ha fijado como objetivo proporcionar Internet más rápido y de calidad a personas y empresas realizando inversiones anuales superiores a 5.000 millones de euros para el despliegue y mejora de las redes de comunicación, siendo la responsable de la llegada de la banda ancha (fibra, LTE, 5G) a muchos territorios, incluidas zonas remotas o de difícil acceso, así como del fomento de la innovación y el emprendimiento apoyando a empresas y startups a crear nuevas soluciones y servicios digitales. Los ODS no son objetivos aislados, sino que están interrelacionados entre sus correspondientes metas, formando un sistema o red. Existe, por tanto, la posibilidad de lograr al mismo tiempo un impacto directo sobre algunos ODS y uno indirecto sobre otros. Esta interconexión nos permite diseñar con más precisión nuestra estrategia de contribución y adaptarla en el tiempo, definiendo las actuaciones a ejecutar o los productos o servicios que cumplan con nuestro propósito de maximizar nuestra contribución al desarrollo socioeconómico de las regiones.Elena Valderrábano, directora global de Sostenibilidad de Telefónica. En el informe se muestran los indicadores que giran sobre tres pilares: Ayudar a la sociedad a prosperar, favoreciendo el progreso socioeconómico a través de la digitalización; Ir más allá de la responsabilidad generando confianza; y Construir un futuro digital y más verde. La tecnología al servicio de las personas Por tanto, para Telefónica no solo se trata de desplegar tecnología, sino también de ponerla al servicio de las personas. Hacer accesibles sus soluciones es un propósito prioritario en la propuesta de trabajo en torno a la inclusión digital. Por ello, otros objetivos como el ODS 4 (Educación), 5 (Igualdad), 8 (Crecimiento económico), 11 (Comunidades sostenibles), 13 (Acción por el clima) y 16 (Paz, justicia e instituciones sólidas) son insoslayables para la operadora al contribuir a reducir la brecha digital en todos los ámbitos sociales y educativos, poniendo la tecnología y las comunicaciones al servicio de la protección ambiental además de ser un motor de crecimiento económico para el desarrollo industrial y tecnológico. Por ejemplo, para el ODS 4 se ha puesto como meta impulsar programas de desarrollo de habilidades digitales a través de proyectos educativos desde Fundación Telefónica como Conecta Empleo, enlightED y ProFuturo, entre otros y empoderar a su talento interno con formación en nuevas capacidades digitales. Para el ODS 8, Telefónica garantiza que las pequeñas y medianas empresas dispongan de servicios digitales, y que sus procesos de compra incorporen criterios éticos, sociales y ambientales, para ello impulsa la digitalización para una sociedad y una economía más sostenible apoyando a los sectores clave, fomentando la inversión en empresas, colaborando con organismos nacionales e internacionales, etc. El cambio climático es un asunto central de la Agenda 2030 debido a su capacidad para comprometer la consecución del conjunto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En Telefónica se identifica con el tercer pilar “Construir un futuro más verde”, asumiendo la magnitud del reto y actuando con ambición en este ámbito incidiendo principalmente en cuatro de los ODS ambientales presentes en Agenda: el 11, 13, 12 y 7, centrándose en lograr una mayor eficiencia energética, incrementando progresivamente el consumo de energías renovables, reduciendo la huella de carbono y la de su cadena de suministro y fomentando la digitalización de otros sectores, favoreciendo así una reducción de sus emisiones. Este enfoque de trabajo permite, además, aprovechar las oportunidades de la descarbonización, ser más competitivos y ofrecer a sus clientes una conectividad baja en emisiones, desligando el crecimiento del negocio y la incorporación de nuevas tecnologías como el 5G o el despliegue de fibra, del incremento de emisiones de gases de efecto invernadero. Lo hacemos desde la eficiencia y la innovación, buscando todas las mejoras y soluciones que puedan reducir nuestro impacto y el de nuestros socios y clientes Los objetivos de Energía y Cambio Climático de la compañía incluyen ser cero neto y están alineados con el escenario de 1.5ºC del Acuerdo de París y validados por Science Based Targets initiative (SBTi) además de disponer de un Marco de Financiación Sostenible desde 2018. Rodriguez, H. (8 de julio de 2021). Telefónica presenta ‘Un mundo sostenible, un mundo conectado’, el Informe de su contribución a los ODS. La Ecuación Digital. Recuperado de: https://www.laecuaciondigital.com


Publicado por Unai Admin

18/07/2025

Las ‘big tech’ se hacen fuertes en la nube, un negocio que toca el cielo

Los servicios en la nube, el ‘cloud computing’, se han convertido en una mina de oro en el mundo de los negocios. Bien lo saben las grandes tecnológicas americanas y asiáticas, que han visto cómo engordaban sus ingresos a cuenta de una tecnología que parece estar en un limbo de ciberespacio, pero que ha sido una tabla de salvación para muchas empresas. Gracias al cloud miles de compañías se han mantenido operativas durante los meses más duros del confinamiento y durante toda la pandemia, adaptándose a nuevas prácticas de trabajo, a nuevas dinámicas de venta online y estrategias comerciales, a nuevas formas de atender al cliente o de gestionar la cadena de suministros. Ahí están los datos. Sólo en el primer trimestre de este año el gasto en computación en la nube alcanzó una cifra récord a nivel mundial: las organizaciones invirtieron 41.800 millones de dólares (casi 34.500 millones de euros) en esta tecnología, un 35% más que en el mismo periodo del año anterior, según la consultora Canalys. Y todo apunta a que así seguirá siendo, pues cloud es la estrategia esencial para la transición a una economía digital. En ese enorme mercado compiten con ferocidad tres gigantes tecnológicos, mientras otras compañías van tomando posiciones y un tejido de pequeñas empresas y startup empieza a crecer tímidamente. Amazon Web Services (AWS) fue líder entre los proveedores de servicios de computación en la nube en el primer trimestre de 2021, según Canalys. A nivel mundial, tiene en sus manos el 32% de la cuota de mercado. Es un filón para el gran ecommerce americano, que fue el primero en apostar por esta tecnología en 2006. En 2020, la compañía fundada por Jeff Preston Bezos aumentó sus ingresos un 38%, de ellos el 12% provenían AWS, que se convirtió así en la división con mayores beneficios tras el retail. Le sigue Microsoft, con una cuota del 19% en el primer trimestre de este año, según Canalys. Todo su negocio en la nube reportó un 34% más en ventas en los tres últimos meses de 2020. Y exclusivamente su plataforma Cloud Azure creció un 50%. Google Cloud es el tercero en discordia, con una cuota del 7% en el primer trimestre (según Canalys), y también con un incremento de ventas del 45% en sus servicios de computación en la nube, según los últimos datos que este año ha presentado la compañía californiana. Alibaba no compite Mención aparte merece el gigante chino Alibaba Cloud que sería el cuarto jugador en el tablero (tuvo un crecimiento interanual del 50%). Sin embargo, aunque líder en su país, cuenta con una gran desventaja: fuera de China no tiene la fuerza suficiente para entrar en la pugna de los tres gigantes americanos. Por otro lado, están otras compañías que no consiguen esas magnitudes en el mercado pero que no quieren quedarse rezagadas en servicios cloud. Son los casos de IBM Cloud, Sap, Atos, Salesforce, Oracle... Incluso grandes tecnológicas españolas están formando alianzas con las ‘big tech’ estadounidenses para conseguir su espacio. Por ejemplo, Telefónica ha firmado acuerdos con Microsoft y Google. Y ya hay casos como la compañía española Gigas, que desde su creación en 2011 como una startup proveedora de cloud se ha convertido ya en una empresa que factura 60 millones de euros y cuenta con oficinas en ocho países. ¿Qué hace al cloud tan atractivo tanto para los gigantes como para otros grandes y los más pequeños? Nadie duda de que es el futuro de la digitalización. Es la estrategia imprescindible para llevar a cabo la profunda transformación digital que requiere cualquier empresa que no se quiera quedar atrás en la nueva economía. Y también es una herramienta indispensable en el día a día de cualquier usuario. La nube proporciona servicios concretos desde el correo electrónico, copias de seguridad, aplicaciones ofimáticas y diferentes software, hasta ver vídeos en ‘streaming’ o acceder a redes sociales. Es una tecnología que permite recolectar, almacenar y procesar datos. Y en grandes cantidades, algo esencial en el Internet de las Cosas, para la industria 4.0, para grandes compañías o administraciones públicas que manejan ingentes cantidades de información, para la aplicación de técnicas de ‘big data’, Inteligencia Artificial y analítica de datos... La nube, además, da soporte tecnológico a miles de pymes y startups. Sirva un ejemplo que ilustra Josep Jorba, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC): «En el comercio electrónico, muchas tiendas digitales tienen problemas en sus sistemas IT en determinadas campañas como las rebajas porque existe una alta demanda de acceso. Puntualmente pueden mover esa demanda a cloud y pagar ese extra de servicio solamente cuando se utilice». Todos esos servicios, herramientas y aplicaciones informáticas, bases de datos... se encuentran en servidores en remoto dentro de grandes centros de datos (‘data center’) repartidos por todo el mundo que están interconectados. No están ni en nuestros portátiles, ni PC, ni UBS... Basta cualquier dispositivo conectado a internet para acceder a ellos en cualquier momento y desde cualquier lugar. Ahora bien, existen tres tipos de nube: privada, pública e híbrida. En la primera los recursos informáticos en la nube son utilizados exclusivamente por una empresa u organización. «La propia empresa o un proveedor externo monta un grupo de servidores y ese equipamiento informático es exclusivamente utilizado por un solo cliente. La usan empresas que sienten que así están más seguros sus datos o para garantizarse que podrán afrontar picos de demanda, sin compartir los equipos con otro», señala Diego Cabezudo, CEO de Gigas. La nube pública comparte los recursos entre varios clientes. Y la híbrida combina las dos anteriores. «Por ejemplo, puedes tener la base de datos de la empresa en la parte privada y en otro servidor público la parte web», continua Diego Cabezudo. Esta arquitectura cloud ofrece sus ventajas y sus inconvenientes. Desde luego, supone un ahorro de costes para una empresa que puede adelgazar así su infraestructura tecnológica y tener menos servidores con una suscripción a un proveedor cloud. «Una empresa que compra un servidor por mil euros tiene que mantenerlo, tenerlo operativo las 24 horas, asumir costes energéticos... Una suscripción con un proveedor es mucho más económica», cuenta Diego Cabezudo. «Es como una externalización de los servicios de tecnología de la información hacia un proveedor cloud. Se pasa a utilizar los recursos tecnológicos de ese proveedor», concreta el profesor Jorba. Ventajas Cloud además ofrece agilidad y flexibilidad. «Nos permite desplegar una gran cantidad de soluciones TI sin necesidad de realizar grandes inversiones. Por otro lado, con esta tecnología podemos reaccionar ante cambios del mercado de una forma muy ágil. Podemos hacer crecer o decrecer nuestros servicios en función de la demanda del cliente, ajustando el gasto con la demanda, asegurar una buena imagen al no sufrir caídas por un pico en la demanda (y consecuentemente pérdida de negocio). Nos permite trabajar desde distintos lugares con cierta facilidad. Y también poder lanzar nuevos productos en tiempos muy reducidos, siguiendo de esta forma tendencias y necesidades de mercado», detalla Alex Hernández director de Technology Enablement de KPMG en España. En contrapartida, su principal problema es garantizar la seguridad y privacidad de la información y de los datos que usuarios y empresas suben y administran desde la nube, donde todos convergen a través de la conectividad que proporciona internet. Los mayores reparos hacia la nube hacen referencia a la protección de datos. «Las empresas norteamericanas están sujetas a la legislación americana y eso permite que organismos norteamericanos puedan solicitarles datos, aunque estos estén alojados en centros de datos en otros países», explica Diego Cabezudo. Algo que no les encaja a muchas empresas y organismos oficiales. En España, según el informe «Soluciones Multicloud para la transformación digital», realizado por la consultora IDC Research España y Orable, el mercado cloud crecerá este año en torno al 20%. «Estimamos que el sector empresarial invertirá 2.000 millones de euros en comprar servicios cloud», especifica Ignacio Cobisa, Senior Research Analyst de IDC Spain. Para el próximo año las previsiones son mayores: el 40% del gasto en TI de las corporaciones estará relacionado con la nube. Y se espera que alcance el 80% en 2028. «El pago por uso es una de sus grandes cualidades», destaca Cobisa. Mercado en España Las predicciones de Gartner también apuntan en la misma dirección de crecimiento y dicen que para 2025, el 80% de las empresas habrán migrado sus datos y servicios desde sus centros de datos a la nube. Ya lo están haciendo «empresas tradicionales que tenían inversiones importantes en tecnología están migrando a la nube porque se quedan obsoletas, actualizan así aplicaciones de forma más rápida y lo hacen con un proveedor que es más escalable. Y luego hay startup y empresas que nacen ya con todas sus capacidades tecnológicas en la nube», cuenta Cobisa. Nuestro mercado nacional cloud no reproduce fielmente la pugna a nivel global, porque está más fragmentado. «Tenemos otros proveedores como Sap, Oracle, Salesforce... pero la tendencia está cambiando», advierte Cobisa. Las ‘tres big tech’ americanas van a acaparando cada vez más porción del pastel. Con datos de IDC, Amazon Web Services, Microsoft y Google tuvieron una cuota conjunta de mercado que llegó al 23,7% en 2019 y aumentó al 26% en 2020. Quizá por estos resultados han mirado a España para establecer su región de centros de datos en la zona sur de Europa, en lugar de hacerlo en Italia, Francia, Portugal o Grecia. «Esto es relevante, porque hay empresas que tienen reticencias a que sus datos se vayan fuera, a servidores de otros países», considera Ignacio Cobia. De hecho, Amazon Web Services está construyendo una nueva región de infraestructura cloud en Aragón, la primera que abre en nuestro país, con una inversión de 2.500 millones. Y ha anunciado que estará lista seis meses antes de lo previsto: para mediados de 2022. Alianzas En esta carrera, también Microsoft y Google se han aliado con Telefónica para dar fuerza a sus negocios cloud en España. «Las ‘big tech’ han acelerado varios años su despliegue en el sur de Europa debido a la explosión de datos en la región. Lo tenían previsto para los próximos cinco años», indica Hugo de los Santos, director de productos y servicios de Cloud y Ciberseguridad en Telefónica Tech. Las infraestructuras de Telefónica van a formar parte de la región de centros de datos que instalen estas dos ‘big tech’ en nuestro país. «Ellos tienen sus centros de datos en ciudades europeas como Dublín y Fráncfort. Pero no es lo mismo que si estuviesen en Madrid u otro lugar de España. Para que las empresas se beneficien del máximo potencial de la tecnología cloud es muy importante tener los centros de datos lo más cerca posible del cliente con el fin de conseguir latencias más bajas y mejorar la experiencia del usuario, lo que en definitiva revierte que es mejor para su negocio». Alianzas que miradas desde otra perspectiva supone también el esfuerzo de nuestras tecnológicas por participar en el mercado cloud, no quedarse atrás y convertir a España en el ‘hub’ digital de toda la zona sur del Viejo Continente. «Estamos construyendo el mejor ‘hub’ digital del sur de Europa y esto ayudará a la transformación del país, a digitalizar nuestro tejido empresarial y a que las pymes den el salto. Que los grandes ‘hyperscalers’ desplieguen sus nodos en España va a hacer que las experiencias de uso de esas aplicaciones sean mejores, va a permitir que esta tecnología tenga menor latencia y que nuestras empresas sean más competitivas. Y eso atraerá a otras compañías y más inversión, lo que será muy bueno para el país», considera De los Santos. No nos faltan fortalezas para ello. «En España hay cientos de empresas integradoras de cloud y tenemos muy buenas compañías dedicadas a hacer centros de datos, a dar servicio de infraestructura. Las grandes tecnológicas son muy dependiente de acuerdos a los que llegan con esta cadena de valor, que es muy amplia. La prueba es que los servicios son cada vez mejores y más económicos», explica César Tello, director general de Adigital (Asociación Española de la Economía Digital). Y esa parece ser la estrategia más adecuada para que nuestras empresas se hagan hueco en este mercado del cloud. Porque «pretender competir con las tres ‘big tech’ americanas que en conjunto invierten 6.000 millones de dólares (poco más de 5.000 millones de euros) en cloud al año no tiene sentido. Por eso hemos firmado con los mejores partners estratégicos y complementado dichos acuerdos con nuestras capacidades», explica De los Santos. La esperanza de todos es que el cloud dé el impulso para la transformación hacia una economía digital y más competitiva, que generará empleo de calidad. Pérez-Barco, M. (20 de junio de 2021). Las ‘big tech’ se hacen fuertes en la nube, un negocio que toca el cielo. ABC. pp. 2.


Publicado por Unai Admin

18/07/2025

La digitalización toma asiento en los consejos

Los perfiles tecnológicos y con experiencia en negocios digitales nativos comienzan a ganar peso en los máximos órganos de dirección Se dice que la crisis del coronavirus ha acelerado en seis años el proceso de digitalización de las compañías. Ahora bien, esta innovación tecnológica de las empresas no solo es una transformación de negocio, entendiendo este como el producto que venden o el servicio que prestan, sino que también debe ir acompañada de un cambio cultural y organizativo de la empresa. Es decir, la digitalización se ha convertido, según Alejandro Domínguez, director senior de Digital para Europa en LLYC, en un punto «estratégico» para la compañía, por lo que debe ser abordado e impulsado por el máximo órgano directivo, el consejo de administración. Para ello, son cada vez más las empresas que están incorporando a su mando de dirección consejeros especializados o con experiencia en la materia. Son los conocidos como consejeros digitales, una figura que no consiste solo en que sea una persona habilidosa y con conocimientos en la transformación digital sino que debe tener experiencia en compañías relacionadas con la tecnología. «No se trata de saber utilizar una tecnología sino de entender los modos de pensar y funcionar que tienen las empresas disruptivas», señala Domínguez. Y es que los consejeros «tienen que entender lo que el uso inteligente de la tecnología significa en cuanto a oportunidades de negocio», asegura Pedro León y Francia, socio responsable de Board Leadership Center de KPMG y codirector de la Escuela de Consejeros. Compañías de todos los tamaños y sectores han de tener claro que la transformación tecnológica «es esencial para su futuro». Por ello, explica León y Francia, deberían plantearse si dentro del consejo tienen consejeros digitales o deberían incorporarlos. Para ello, no obstante, apunta en la línea que Domínguez y afirma que estos consejeros digitales deben tener «la misma capacidad estratégica de entendimiento de negocio y una capa adicional que les permita entender las oportunidades que les presenta la tecnología» para la supervivencia futura de la empresa. Valor añadido Mireia Giné, profesora de Finanzas del IESE y experta en consejos de administración, ve que tener perfiles con experiencia en construir negocios digitales nativos puede aportar «mucho valor» a las compañías que están haciendo la transición de un modelo de negocio tradicional hacia la digitalización para poder «no solo identificar los cambios sino también para pensar en el futuro». Pero en la entrada de estos consejeros digitales nada tiene que ver la edad de los mismos. Aunque en un primer momento se pueda pensar que estos consejeros digitales tienen que ser más jóvenes de los que predominan habitualmente entre las sillas del consejo, según un estudio de LLYC nada tiene que ver. El factor decisivo no es la edad, sino el conocimiento. No se trata de fichar necesariamente a ‘millennials’, por más acostumbrados que estén a utilizar la tecnología, sino que el objetivo es sumar consejeros que entiendan las herramientas digitales porque acumulan experiencia previa en empresas disruptivas o innovadoras. «Eso no guarda relación con ser joven», explica Domínguez, autor del informe ‘El perfil digital en los consejos de administración’, elaborado junto a Gustavo Entrala, y en el que se analizan las cinco grandes ‘fintech’ de EE.UU. para comprobar que la media de edad de los altos responsables de estas compañías también está por encima de los 60 años. En todo caso, Ramón Abella, socio de PwC, considera que la incorporación de perfiles digitales en consejos de administración era una tendencia que se venía observando en los últimos años. Y ello provoca que la edad media de los consejos esté bajando, porque de manera general «los perfiles que entran con características digitales tienen una edad media por debajo de la edad habitual de los consejeros». Para León y Francia es sin duda un efecto indirecto de este cambio. Es decir, entiende que en los próximos cinco años vamos a asistir a un relevo generacional de los consejeros actuales: «Claramente el consejero con un perfil tecnológico contribuye a reducir la edad media del consejo». Morales, F. (23 de mayo de 2021). La digitalización toma asiento en los consejos. ABC Empresa. pp. 16


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